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Tribuna abierta

DROP, el penúltimo recurso

©Chris McGrath/Getty Images para WR. El drop de Wilkinson en la final de 2003 le dio a Inglaterra su única Webb Ellis.

Existe una costumbre, sobre todo en Madrid, de pedir en los bares la penúltima. Es como si proceder a pagar la última ronda de cervezas o la espuela pudiera ser interpretado como el punto y final a una reunión de amigos cerveceros que llevan años sin verse. En el rugby pasa algo parecido con el drop. Es la penúltima bala en el cargador cuando vas por debajo en el marcador para ganar un partido o conseguir algún punto de bonus. Prácticamente el bote pronto está en desuso bien por falta de especialista bien por el ansia de buscar un ensayo, algo que va a favor del espectáculo. Los datos de la Federación Española de Rugby revelan que la temporada pasada, en División de Honor, sólo hubo seis drops. Ahora parece que en el Mundial de Japón esta práctica se está recuperando. Ya se han estrenado el zaguero escocés Hogg y al menos cinco aperturas: Camil López (Francia), André Pollard (Suráfrica), Yuri Kunshnarev (Rusia), Dan Biggar y Rhys Patchell, ambos de Gales. 

Uno de los especialistas en la Liga española en este arte de dejar que bote un balón ovalado, patearlo y pasarlo entre los tres palos es el apertura argentino del Ampo Ordizia Valentín Cruz. En la segunda jornada de Liga logró un drop en Madrid contra el Lexus Alcobendas, una especialidad del juego que, según él, no se suele entrenar. “En el seven sí porque la transformación es mediante un drop y como estuve dos años con Argentina jugando el seven mundial lo tengo más practicado”, admite para Revista 22 el ex jugador de Pucará de Buenos Aires. En su club de origen se fijó en otros especialistas como Germán Villamil y en el caso de la selección con Juan Martín Hernández.  “La verdad es que el drop surge en el momento y no se piensa mucho”, comenta un jugador que por su juventud nunca llegó ver jugar a Hugo Porta. El apertura del Ampo Ordizia  explica, además, que en su club emplean el drop en determinadas situaciones: “por ejemplo cuando te dan ventaja en un golpe de castigo porque como decimos en Argentina es gratis  o para acortar o aumentar la distancia en el marcador de forma rápida. 

A muchos aficionados al rugby les sorprenderá saber que el seleccionador español Santiago Santos metió un drop jugando como talonador en la selección madrileña sub-17. “No me acuerdo contra quién pero sí que fue en el seminario de Tarazona en un campeonato de selecciones autonómicas”, comenta para Revista 22.  Santos explica que en los entrenamientos siempre hay la rutina semanal para que el apertura mejore su técnica con el drop “lo mismo que para que los talonadores hagan lanzamientos de touche o los medios de melé practiquen el pase”. Otra cosa son las situaciones tácticas: “De vez en cuando se trabaja sobre todo cuando se prevén los partidos más igualados pero es cierto que se entrena menos de lo que se debería porque a lo mejor los entrenadores pecamos un poco a la hora de buscar siempre el ensayo y no otras fórmulas para obtener puntos.”, concluye Santos.

Aunque cada vez hay menos equipos que utilicen el drop de una forma “sistemática” sí es cierto que cuando el rival tiene un especialista en se trabaja para evitarlos. De su época recuerda a Manolo Moriche “que además de tener una buena patada en general también tenía un buen drop y a nivel internacional recuerdo a Hugo Porta que nos ganó un partido en Vallehermoso donde Argentina nos ganó por solo diez puntos y donde él consiguió varios drops”. Pese a ello admite que a la hora de confeccionar una convocatoria no busca “especialmente” a alguien eficaz con los drops sino a un especialista en el pateo que marque puntos con el pie “a balón parado”. 

En la historia del rugby mundial hay drops de todos los colores. Históricos, por dar campeonatos del mundo, un torneo del VI Naciones o el triunfo en una gira de los Lions a pocos minutos del final; anecdóticos, por ponerlos en práctica jugadores de la melé, en principio poco dotados para ello; estadísticos, para batir récords de distancia o de efectividad. Es el caso del jugador ruso Konstantin Rachkov que logró seis drops contra España en 2003. También están los drops estéticos como los del argentino Hugo Porta que estaban repletos de magia y plasticidad. Como ejemplo de “rugbier total”, sirva el partido que disputó con el equipo de los Jaguares (la selección de Sudamérica) contra la potente Sudáfrica en 1982. En ese partido, Porta consiguió lo que los ingleses llaman un full house, es decir, anotar en un mismo partido un drop, un ensayo, una trasformación y un golpe de castigo (de hecho trasformó hasta cuatro golpes) consiguiendo 21 de los 28 puntos que su equipo anotó esa tarde por 12 de los sudafricanos. En palabras de Carwyn James, el mítico apertura galés, “verlo jugar permite reafirmar la superioridad intelectual, estética y artística en el juego de la línea”.

Las personas menos aficionadas al rugby saben de la existencia del drop gracias a haber visto en televisión la famosa final de la Ellis Cup en la que Johnny Wilkinson dio una coz al oval a pocos minutos de que concluyera la prórroga que sirvió a Inglaterra para ganar el partido contra Australia en su propio campo. Es el momento más icónico de la historia del rugby mundial si queda al margen la fotografía del capitán surafricano Francois Pienaar estrechando la mano de Nelson Mandela tras la final de la Copa del Mundo de 1995. Aquel drop de Wilko levaba demasiada carga emocional. Inglaterra conseguía después de muchos años romper la hegemonía de los países del hemisferio sur y los inventores del rugby se coronaban campeones del mundo en Australia cuando muy pocos habían apostado por ellos.

Para dar más dramatismo a la jugada Wilkinson pateó con  la derecha, aunque era zurdo. Hay quien piensa que en aquel golpeo pudo haber influido la suerte, pero hizo exactamente lo mismo años después en Cardiff en una final de la Heineken Cup con su equipo el Toulon frente a los Saracens. En el cuadro de honor de los drops históricos, porque todavía tiene más carga emocional que el Wilkinson, figura el del apertura surafricano Joel Stransky tras llegar un balón que colocó milimétricamente en sus manos el mítico Joost van der  Whesthuizen. Fue durante la prórroga con los All Blacks de Jonah Lomu en la final de la Copa del Mundo de 1995. Con la diestra apuntó a los palos y pateó con tal fuerza que el balón alcanzó la altura máxima de los palos. Años después Stransky reconocía lo que supuso aquella victoria: “Para nosotros, como nación, nos ayudó a unirnos de alguna manera. Fue un momento de incertidumbre que sirvió para permanecer todos unidos. Nelson Mandela es un hombre increíble y sus esfuerzos en este periodo fueron enormes”. 

En esa misma edición de la Copa del Mundo pasó a la historia otro drop que no sirvió para decantar la victoria de un lado u otro pero que hoy en día con las redes sociales seguro que se hubiera hecho viral. Y es que el jugador que pateó  con éxito a palos no fue otro que el número “8” de Nueva Zelanda Zizan Brooke, o sea, un jugador de la melé. En el partido ya había imágenes para el recuerdo como el ensayo de Lomu pasando por encima de cuatro ingleses, pero Brooke quería también su momento de gloria. Rob Andrew, el apertura inglés, pateó desde su línea de ventidós. El balón botó más allá del centro del campo a escasos metros de la línea de touch. El delantero neozelandés lo cogió con las dos manos, dio cinco pasos adelante y sin ninguna oposición lanzó un drop que dejó a todos boquiabiertos, Pocas veces se ha visto algo así a nivel internacional. Sólo hace pocos años el italo-argentino Sergio Parisse hizo algo similar en su equipo el Stade Francais  contra los galeses del Ospreys durante un partido de la fase de grupos de la Hieneken Cup. 

Aunque en el mundo del rugby las comparaciones con el fútbol están casi prohibidas, existe alguna que otra excepción. Cuando en Argentina se habla de Juan Martín Hernández sobrevuela el recuerdo de lo que hizo el apertura de Los Pumas durante el Mundial de rugby celebrado en 2007 en Francia. A la selección albiceleste le había tocado, como en Japón, en el denominado “grupo de la muerte”. Quedó primera derrotando a la anfitriona, Georgia, Namibia e Irlanda. En este último partido ocurrió algo mágico. Hernández había logrado un hat trick de drops. Cuando intentó con la izquierda el cuarto, erró. Fue entonces cuando sus compatriotas le aclamaron al grito de “Maradona, Maradona”. Ese mismo cántico se escuchó una semana más tarde en París cuando el “10” argentino pateó unos cinco metros por delante de su línea de 22 y el balón llegó hasta la zona de marca contraria. “Maradona, Maradona”, coreaban los argentino, y alguno que no lo era seguro que también.  

También pasó a la historia del rugby el drop que consiguió el australiano Stephen Larkham  en el Mundial de 1999 celebrado en Gales. Australia ganó su grupo con facilidad y después se deshizo de la selección organizadora. Se plantó en la semifinal donde se debía enfrentar al vigente campeón. Las crónicas de los periódicos hablan de un choque épico.  Y debió de ser así. El encuentro acabó con empate a 18. Ahí empezó la épica. Larkham estaba lesionado de su rodilla y tenía problemas de visión. Incluso llegó a reconocer que era incapaz de leer los letreros con publicidad del campo. Pese a todo su medio de melé, George Greagan, le puso el balón en sus manos y pateó con la pierna derecha y con su rodilla lesionada un drop desde 48 metros. 

Las mismas crónicas periodísticas hablan de que  Larkham jamás en su vida había intentado hacer un drop.  Viendo el vídeo de youtube y la cara de incredulidad de David Campese la historia adquiere aún más veracidad. La casualidad quiso en aquel partido tuviera enfrente a Jannie de Beer otro apertura que para llegar a semifinales había metido cinco drops a Inglaterra. La historia de ambos se cruzó en aquel fatídico partido. Larkham ganó aquella Copa del Mundo y su carrera fue de lo más exitosa mientras que De Beer representa la otra cara de la moneda. Falló todos los intentos de drops en la semifinal y sólo logró uno más en sus 13 caps con Suráfrica  

Por contarlo todo, cabe recordar el ridículo intento de drop del pilier de los Cardiff Blues, Adams Jones, que provocó la hilaridad del público. Hasta él mismo sonrió un tanto avergonzado. Una pena, pero no exista constancia visual de lo que pudo decir su entrenador de aquel intento fallido. Para los amantes de las estadísticas el libro Guiness de los récords recoge como el drop más lejano convertido el del surafricano Gerald Hamilton. El balón voló 77,7 metros y pasó por encima de los palos durante un encuentro entre Suráfrica e Inglaterra. En la era de la televisión a color el drop más bestial que se recuerda es el del también surafricano Frans Steyn durante una semifinal del Top 14 entre Racing y Clermont. Lo hizo desde 60 metros. Llama la atención también que en la lista de jugadores de talla internacional con mayor éxito con los drops no haya ningún neozelandés. Encabezan el ranking Jonny Wilkinson (Inglaterra, 36), Hugo Porta (Argentina, 28),  Rob Andrew (Inglaterra, 23) y Diego Domíguez (Italia 20). Les siguen todos ellos ya por debajo de la veintena Nass Botha (Suráfrica), Stefano Battarello (Italia), Dan Parks (Escocia), Jean-Patrick Lescarboura (Francia), Ronan O´Gara (Irlanda) y Jonathan Davies (Gales).

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