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Rugby con glamour

©PhotoScrum. Chicote en la final de la Copa del Rey disputada en Valencia.

Sobre la vida de Ernesto Che Guevara se conoce casi todo. Se sabe que fue un médico argentino que un buen día se subió en una moto para recorrer Latinoamérica y estudiar los casos de lepra que se daban entre los campesinos pero que tras conocer a Fidel Castro en México decidió hacerse revolucionario. En España, sin embargo, es poco conocida su faceta de rugbier e incluso de periodista en una revista llamada Tackle donde impregnado ya de las tesis del marxismo criticaba con dureza bajo el pseudónimo de Chang-Cho el carácter elitista del rugby argentino. El Che Guevara no era un tipo fornido. Al contrario. Era bastante escuálido y padecía asma crónica por lo que siempre vivió pegado a los inhaladores y obligado a realizar a diario ejercicios de respiración. 

De su etapa en Estudiantes de Córdoba, Fuser, como era también conocido Ernesto Che Guevara se le recuerda como un medio de melé duro en el placaje. Ya en Buenos Aires firmó por el San Isidro, un club que ha ganado en 25 ocasiones el torneo de la URBA y donde han jugado entre otros el actual miembro de la franquicia de los Jaguares Juan Manuel Leguizamón.  La obsesión de su padre para que no practicara rugby debido a su asma crónica no le doblegó pese a que consiguió que el San Isidro le prohibiera jugar. “Viejo, me gusta al rugby aunque reviente voy a seguir jugando”, le advirtió a su progenitor. Así que se inscribió en otro club llamado Ypora Rugby Club de donde pasó al Atalaya Polo Club. Jugaba en la tres cuartos y era de los pocos jugadores que usaban algo parecido a las actuales montoneras porque decía que tenía las orejas muy frágiles.  

En España la figura más conocida que ha practicado el deporte del balón oval en, sin duda, el oscarizado Javier Bardem que llegó incluso a jugar con la selección española en categoría juvenil. También tiene pasado como ala en el CAU Metropolitano el televisivo Antonio Resines o el cocinero Alberto Chicote, quien compartió vestuario y primera línea con Bardem en un partido de la selección madrileña y hasta el actor Sergio Peris-Mencheta (Liceo Francés) que ha sido compañero de rodaje con el mismísimo Silvestre Stallone. En el mundo de la política la lista de ex jugadores la forman ex ministros como Isabel García Tejerina en el equipo de Industriales de la Universidad Politécnica o Manuel Pimentel; el portavoz parlamentario del PNV en el Congreso de los Diputados, Aitor Esteban, o el portavoz de Ciudadanos en Les Corts Valencians Toni Cantó.  

La afición por el rugby entre la clase política mundial responde a personajes de lo más variopintos y que van desde Benito Mussolini a John Fitzgerald Kennedy pasando por Jacques Chirac o Tony Blair. Durante el periodo fascista Il Ducce encontró en los valores rugby una fórmula para la expansión de un deporte que como característica negativa tenía un marcado acento anglosajón en una época prebélica. Así, enfocado en el verdadero juego de equipo, en la camaradería, en el crecimiento físico y en los valores del combate y la lealtad, el rugby pasó a ser el deporte más practicado entre las juventudes fascistas en la década de los treinta. La caída del régimen Mussolini frenó e incluso hizo que decreciera la afición del rugby que pasó a ser un deporte violento y relacionado estrechamente con el fascismo.  

Estados Unidos cuenta con tres ex presidentes que practicaron rugby. Kennedy, en la universidad de Harvard, George W. Bush en la Yale y Bill Clinton en Oxford. En Francia el ex primer ministro Chirac jugó como segunda línea y también de número 8 en los juveniles del Brive y en Inglaterra la lista ya es más larga: el carismático y antieuropeísta Boris Johnson en la Old Etonnian School o el ex primer ministro laborista Gordon Brown en la Kirkcaldy High School. Ya como excentricidad dentro de las antiguas colonias británicas se incluye en la lista al sátrapa ex presidente de Uganda Idi Amin. Este hombre que quiso autoproclamarse emperador de África y bajo cuyo mandato de ocho años murieron o desaparecieron unas  300.000 personas aprendió a jugar de segunda línea en Sandhust (Inglaterra) y antes de dedicarse a la política jugó en varios clubes de Kampala. Otro dictador que utilizó el rugby para fortalecer su régimen fue Nicolae Cauccescu. Durante su mandato Rumania consiguió derrotar a selecciones como Francia y el rugby paso a convertirse en un elemento de propaganda junto al fútbol o a la gimnasia para enorgullecer a sus habitantes y tratar de dar una imagen de normalidad a un país que, al igual que el resto de los países que en aquellos años estaban bajo la órbita soviética, estaba aislado del exterior.  

A nivel artístico e internacional y en lo que a rugby femenino se refiere sobresale la figura de Candice Orsini ,conocida por su participación en películas como “Cocoon” de Don Howard o Secuestradores de Cuerpos, y que llegó a disputar tres ediciones de la Copa del Mundo representando a Estados Unidos. En la lista de actrices con pasado en el rugby se encuentra también Jessica L. Harbeck que ha intervenido en películas como “True Blood” o “Amercan Horror Story” después de haber jugado durante varios años como zaguera en la universidad de Colorado. La canadiense Miranda Kwok, conocida en España por su papel de médico  en la exitosa serie “Emergencias”, fue jugadora en su ciudad natal de los Toronto Saracens y más tarde en los Toronto Barbarians. Otra actriz con pasado en el mundo del rugby es la actriz estadounidense de la película Paranoia Rebeka Choudhury que hizo sus pinitos en el deporte del balón ovalado como actividad extraescolar. 

En el mundo masculino los países anglosajones con mayor tradición rugbística han dado grandes actores que con mayor o menor éxito probaron suerte con el balón ovalado. Richard Harris (Irlanda) en el histórico Munster , Richard Burton (Gales), Daniel Craig en el Hoylake RFC y Peter O´Toole (Inglaterra), Russell Crowe (Nueva Zelanda) o Matt Damon (Estados Unidos) dan brillo a la extensa lista de rugbieres en la que se debe incluir también al histriónico francés Gerard Depardieu o al hombre que se hizo famoso por sus películas de Frankestein y otras de terror, el inglés Boris Karloff, a quien se  considera uno de los principales impulsores del rugby en Estados Unidos.  Hay poca o ninguna información realmente veraz sobre la práctica de este deporte por parte de actores como David Niven, Sean Connery o Charles Chaplin. En Canadá el fornido Daniel Cudmore llegó a jugar en el equipo de Vancouver aunque tuvo más éxito su hermano Jaime que estuvo enrolado en el Clermont del Top 14.

Gales, tierra de mineros, buenos cantantes  y de jugadores de rugby tiene a uno de sus ídolos musicales Tom Jones que sin pasado como rugbier, su canción Delilah la cantan a coro todos los aficionados galeses en el Milenium Stadium cada vez que juegan allí los diablos rojos. Y eso que hace muy pocos años la mítica canción estuvo a punto de ser prohibida en los campos de rugby de País de Gales porque hay quien veía en su letra una incitación a maltratar a las mujeres. Dentro del mundo de la música emerge la figura del cantante de country  Kris Kristofferson que llegó a jugar a rugby en Pomonona College y sus éxitos deportivos fueron publicitados en la prestigiosa revista Sports Ilustrated.  

De la literatura sobresalen con fuerza los nombres del escocés Arthur Connan Doyle y del irlandés James Joyce. El autor de los libros de la saga de Sherlock Holmes, que jugó como delantero en el la Universidad de Medicina de Edimburgo durante varios años a partir de 1870,  califica el rugby en su autobiografía Memories and Adventures como “el mejor deporte colectivo donde la fuerza, el coraje, la velocidad y los recursos son grandes cualidades para incluir en un solo juego”. En “El regreso de Sherlock Holmes” narra la desaparición de un jugador de rugby de la Universidad de Cambridge la noche anterior a la celebración de un partido frente a su rival de la universidad de Oxford y en “La aventura del vampiro de Sussex” desvela que el famoso doctor Watson jugó de ala en Blackheath, uno de los mejores clubes ingleses del momento. 

Respecto a Joyce, ya desde sus años mozos se definía como un fanático del rugby al igual que Samuel Beckett. Para quienes han investigado su vida, el autor de “Ulises” quedó prendado del rugby el 14 de abril de 1923 cuando asistió en el estadio de Colombres a un partido entre Francia e Irlanda. Perdieron los suyos y Joyce enfadado decidió memorizar el nombre de todos los jugadores que habían saltado al campo. Incluso tiró de ironía para justificar su presencia en el partido. “Tenía que  ir a ver a los chicos de camiseta verde”, dijo el célebre escritor. Aquella derrota de Irlanda en suelo francés escoció y mucho sobre todo porque la isla se hallaba en medio de una crisis política para independizarse de Reino Unido.  De hecho fue la última vez que perdieron en Francia durante la década de los veinte. Como cualquier aficionado al rugby que se precie Joyce también quedó encandilado tras ver en 1925 a los All Blacks con su Haka un hecho que relató en su novela cómica Finnegans wake. 

El rugby no está exento del glamour aristocrático, incluso en España. Llegó a sonar con fuerza la noticia de que Froilán, el hijo de Jaime de Marichalar y la infanta Elena iba a fichar en su etapa de juvenil por un club madrileño. En Inglaterra el príncipe Eduardo, el hijo de la reina Isabel II, fue un más que aceptable jugador de rugby, y los nietos de la reina madre, Guillermo y Enrique, combinaron en el prestigioso colegio de Eaton sus estudios con el deporte que años antes había practicado su tío Eduardo. Ya para el recuerdo está la figura de Alexander Oblolensky, un miembro de la familia Romanov que consiguió huir de la ira de Lenin contra la aristocracia y exiliarse en Inglaterra. Llegó a debutar en 1936 con el XV de la rosa derrotando a los All Blacks pero la aventura de “el príncipe” concluyó cuatro años más tarde de forma trágica cuando el avión que militaba como miembro de la Royal Air Force (RAF)  fue abatido en la Batalla de Inglaterra. 

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