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Opinión

DEP Sir Colin Meads, un granero en el Olimpo

Era duro. El más duro según los que jugaron contra él en aquel rugby de los 60. El venerado Bill McLaren recordaba a Colin Meads como “un gran granjero de ovejas que llevaba la pelota en sus manos como si fuera un naranja”. No andaba muy equivocado porque Meads se entrenaba corriendo arriba y abajo las colinas de King County ¡con una oveja bajo cada brazo! Un tipo que se transformaba en un coloso cuando se enfundaba la zamarra de los All Blacks. Hoy los obituarios recurren a sus biografías para recordar aquel puntapié a un delantero que le costó la primera roja de la historia de los All Blacks o cuando hizo saltar por los aires la mandíbula del galés Jeff Young en un ruck. “Si los rucks de hoy fueran como cuando jugábamos nosotros, sobraban la mitad de las reglas”, declaró sin inmutarse en una de sus últimas entrevistas.

Meads era un gigante de su época. 192 centímetros y 92 kilos. Más que por su talla por su insultante dominio físico sobre rivales legendarios como el irlandés Willie John McBride, el francés Benoit Dauga o el springbok Frik du Preez. Conocida es la anécdota que revela su carácter indómito, cuando en un partido ante Sudáfrica se partió un brazo y regresó al campo para concluir el partido y no dejar a los suyos en inferioridad pese a la negativa del médico. Meads, todo un personaje, no era muy amigo de los calentamientos: “Me preocupa el rugby moderno, calientan demasiado. Si necesitas practicar tanto antes de un partido es que no te mereces estar en el equipo”. Él solía sentarse hasta media hora antes del inicio de partido, que era cuando iba al vestuario a cambiarse.

Colin Meads

Meads era conocido por su ferocidad en el campo. Uno de sus rivales y compañero de farra en no pocas ocasiones, el inimitable Tom O’Reilly, le describió como “el tipo de jugador que esperas ver emergiendo del ruck con el fémur de un rival entre sus dientes”. Colin también era conocido por los sonados ‘terceros tiempos’ que se corría con su hermano Stan. “Después de los entrenamientos quedábamos para tomar unas cervezas. Ahora lo prohiben. Beben zumos, bebidas isotónicas y cosas por el estilo. No hay nada como una cerveza helada para recuperar. Ahora beben agua incluso antes del partido. Los expertos nos decían que si bebíamos agua antes acabaríamos teniendo calambres. Hoy debe haber un montón de calambres”.

En una de esos ‘terceros tiempos’ se tomó una de las fotografías más icónicas de la historia del rugby (la que abre este post). Fue después de uno de los partidos, auténticas batallas, entre los All Blacks y el mejor equipo de la historia del rugby amateur, los Lions de los galeses, que estaban de gira por Nueva Zelanda en 1971. En la imagen Colin Meads, en calidad de capitán neozelandés, entra al vestuario de los ‘turistas’ con una caja de cervezas Thomson Lewis bien frías. Penitree felicita al irlandés Willie McBride, mientras le ofrecen su mano los galeses Derek Quinell y el capitán John Dawes, número 13 (de espaldas). A la izquierda observan la escena los también galeses Gareth Edwards, Gerald Davies, Barry John y Delme Thomas. Al fondo, el escocés Gordon Brown y en la imagen original aparece a la derecha el también galés John Taylor. Una constelación de estrellas en la que la más brillante era, como no podía ser de otra forma, la de Pino.

Jugó con los All Blacks hasta los 35 años, retirándose precisamente en la gira de los Lions que ilustra la referida fotografía. La única derrota de los kiwis en su casa ante los británicos en la historia. Una espina que Sir Colin siempre tuvo clavada en su corazón. 133 partidos, 66 de ellos oficiales. Solía decir que nunca soñó con ser All Black, lo que siempre quiso es “ser un buen All Black”. En 1973 capitaneó al XV del presidente en un partido en que fueron capaces de doblegar a los All Blacks y continuó jugando con su club, Waitete, hasta 1975. Cuando colgó las botas, acumulaba un récord de 361 partidos de primer nivel. Dejó una de las frases más legendarias sobre Lomu que se han pronunciado: “He visto a mucha gente como él, pero no estaban jugando en el ala”. Y siempre utilizó la psicología para motivar a sus compañeros: “Ese tío te va a pasar por encima”.

Comenzó a entrenar a equipos de la isla Norte y luego se puso al mando de la gira de los rebeldes Cavaliers por la Sudáfrica del apartheid. Debido a ello fue declarado persona non grata por la Unión de Rugby de Nueva Zelanda (NZRU). Preguntado por la razón que le llevó a dirigir al equipo vetado por la federación, Tree contestó: “Somos un equipo de rugby, no hacemos política exterior. Fuimos a Belfast a jugar contra Irlanda en el 82 y por la misma razón hemos ido a jugar contra Sudáfrica ahora”.

Siempre estuvo vinculado al campo hasta que a finales de 2007 vendió su finca de 102 hectáreas, donde trabajaban con las ovejas para el comercio de carne y lana, para trasladarse con su esposa Verna a la ciudad. “La peor decisión de mi vida”, confesaría más tarde. A finales de 1999 la revista Rugby Monthly de Nueva Zelanda le nombró el jugador neozelandés del siglo y hace unos meses se inauguró una estatua suya en su ciudad natal, Te Kuiti. Un cáncer de páncreas diagnosticado hace un año ha podido con el jugador de hierro. Preguntado en una ocasión por cómo le gustaría pasar a la posteridad, respondió uno de los karmas del rugby: “Soy jugador de rugby. Es lo mejor que puedo decir de mi”.

Fermín de la Calle, Periodista en EuroSport, El Confidencial, Revista 22
Si hablas de rugby y periodismo en España tienes que hablar de Fermín de la Calle. Desde su etapa en las páginas del diario As, este andaluz llevaba el rugby del V Naciones, con la complicidad de Relaño, a los hogares españoles.

Llegó tarde al rugby que descubrió en Irlanda donde pagó una factura muy cara en forma de fractura de fémur. Desde entonces el veneno entró en su cuerpo y hoy en día sigue jugando – como tercera reconvertido – en su querido CR. Tres Cantos.

Canal+, Eurosport, Cadena Ser, Diario AS, y un amplio abanico de medios generalistas audiovisuales han reconocido en él la voz más autorizada del rugby español. Su blog ‘Patada a Seguir’ – pionero en España – arrancó en 2007 y desde entonces siempre ha estado metiendo el hombro en iniciativas como la Superibérica, con el programa Hemisferio Rugby junto a Michael Robinson o en las páginas de Revista 22 sin fallo en los 86 números que llevamos.

De la Calle, por su manera de entender el periodismo, siempre ha contado con la información más delicada y comprometedora del oval. Querido y odiado, nunca deja a nadie indiferente. Sin embargo, todos acuden a sus informaciones para ver qué se cuece en los fogones del rugby español. Consultado en innumerables ocasiones por empresas patrocinadoras e instituciones sobre la realidad de nuestro deporte, contactos que bien le podrían haber revertido ingresos económicos notables si los hubiera facturado como consultorías. Altruista y solidario es un exponente de los valores del deporte que ama. Como muestra fue uno de los primeros en remangarse para ayudar a las víctimas del tren de Santiago de Compostela organizando un torneo benéfico.

Su influencia se ve aumentada por su posicionamiento en las RR.SS que son uno de los mejores altavoces del Rugby ya que cuenta con casi 25.000 seguidores que interactúan a propósito de sus informaciones y opiniones.

Durante los últimos años ha librado cruzadas con diferentes dirigentes y representantes, velando por sus convicciones y por lo que él entiende que es el bien común del rugby español. En muchas de ellas le acompañamos.

La estirpe De la Calle perdurará y sus hijos ya recorren los campos de Andalucía con un melón bajo el brazo. Ha sido recientemente nombrado embajador de la marca Canterbury en España y este 2017 podréis verle y escucharle en Movistar+ con el 6 Naciones y en Eurosport con la Liga de División de Honor.

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