Por Enrique Moscat @enriquemoscat
Decía Albert Camus que querer siempre llevar la razón es de mentes vulgares. Obstinarse en algo -a sabiendas de que no funciona- y no reaccionar a tiempo es de poco inteligentes. Y me consta que Santiago Santos es un tipo listo. Construir desde la nada una idea de juego, conferir un estilo propio y hacer un equipo competitivo en tan poco tiempo no lo hace cualquiera. Ilusionar a una afición dormida, embellecer al “patito feo” de los deportes de equipo en España y conseguirle portadas en algunos de los diarios más leídos, tampoco. Santos, que ha conseguido todo esto, debe ser -y estoy convencido de que lo es- capaz de hacer los retoques necesarios, cambiar las piezas precisas y dotar de más y mejores alternativas al juego del XV del León. Nos va en ello no irnos a 2027.
Confieso que este es el artículo más fácil y a la vez el más difícil de los que me ha tocado escribir. Asimismo es el más crítico pero también el más necesario. Vomitar las palabras que brotan del regusto amargo que me ha dejado la selección sobre una hoja en blanco se me hace tan sencillo como duro. No es tarea fácil criticar lo que siempre he defendido. Pero son tres partidos y tres derrotas. Ni el más pesimista de los rugbiers españoles habría pensado que los de Santos podían tener un comienzo así. Sí, es cierto que el calendario (por obra y gracia de Rugby Europe) no era especialmente benévolo con los Leones, pero la nefasta imagen dada ante Portugal y los únicamente dos puntos conseguidos -ante Georgia y Rumanía- representan un balance inadmisible para lo que ha sido en estos últimos tiempos la dimensión del XV del León.
Es evidente que se puede perder ante Georgia. Y más con las bajas que teníamos y con unas gradas de la Complutense en “modo COVID”. Además, ante los Lelos, curiosamente en el choque en el que teníamos más bajas, sí dimos la talla y conseguimos el bonus. Caer en Bucarest también entraba dentro de lo posible pero la forma en que se produjo la derrota fue complicada de digerir. España tenía controlado el partido, ganaba en el segundo tiempo 6-13 y tenía encarrilada la primera victoria en Rumanía. Hasta que las indisciplinas lo empezaron a tirar todo por la borda. Tres amarillas (Mora, Rouet y Malié) y una roja tan clara como estúpida de Quercy dejaron a la Roja (aquel día de amarillo) durante muchos minutos con 13 e incluso 12 jugadores, algo que los rumanos aprovecharon para dar la vuelta al marcador y llevarse los cuatro puntos. Dolorosa derrota porque perdimos, por nuestra “mala cabeza”, una oportunidad única de hacer historia y ganar en terreno rumano. Pero lo peor aún estaba por llegar…
PORTUGAL DESNUDA NUESTRAS VERGÜENZAS
Con el mismo balance pero distinta hambre y, sobre todo, distinto miedo a perder, llegaban españoles y lusos al decisivo derbi ibérico. Santos volvía a repetir los tres cuartos que tan poco rédito habían dado una semana antes en el estadio Ghencea de Bucarest. Enfrente estaban los Marques, Nuno Guedes, Marta, Raffaele Storti, Lima o Portela. ¿Son mejores que los Rouet, Malié, Ordás, Gimeno, Perrin o incluso Linklater? No, en absoluto. Pero algo no funciona si Nuno Guedes Sousa pasa de ser “solo” un buen jugador contra Georgia y Rumanía a convertirse en Matsushima o si Rodrigo Marta y Storti se vuelven Jonah Lomu y Nadolo cuando se enfrentan con España. Y “ese algo” es lo que hizo que Portugal remontara el 0-14 inicial, que anotara un ensayo psicológico en el último instante del primer tiempo y el 21-21 nada más abrir la segunda mitad o que rompiera, una y otra vez, la otrora infranqueable defensa española a base de determinación, descaro y velocidad. El humillante 43-28 dice mucho más de las carencias españolas que de las virtudes de los de Patrick Lagisquet. Las vacías gradas del estadio lisboeta fueron testigos de un ejemplo más de cómo el miedo a perder no suele imponerse a las ganas de ganar…
LOS PORQUÉS DE LAS DERROTAS
A veces, las situaciones más complicadas requieren las explicaciones más simples. Les adelanto que esta no es una de ellas. En este frenazo a las aspiraciones mundialistas del XV del León han tenido mucho que ver muy diversos factores: desde los puramente psicológicos hasta los meramente técnicos y tácticos, pasando por el hecho, cómo obviarlo, de que los rivales también juegan y les hemos puesto fácil el tenernos estudiados. Intentaremos sintetizar todos ellos en las siguientes líneas:
1.- PLAGA DE LESIONES Y CONVOCATORIAS INEXPLICABLES
Ni Martín Alonso, ni Minguillón, ni Goia, ni Bell. También sin Peters, Usárraga, Tauli, Albertuco o Civil (este, por desgracia, probablemente para siempre). Tampoco con los anunciados Rey o Heaven. En cambio, sí con Linklater (casi 36 años), Casteglioni, Mora (36), Bonan (37), Gavidi (39), Barthère o Aboitiz. Unos por edad, otros por estar bajos de forma o semirretirados y el resto, simplemente, por su menor calidad o porque su tiempo ya pasó… pero, al cambio, hemos salido perdiendo. Y por mucho. Las bajas por lesión han restado mucho potencial al equipo español, especialmente en puestos clave o en los que no tenemos demasiado fondo de armario. Santos no ha podido o no ha sabido encontrar alternativas fiables, de nivel y con futuro. O cuanto menos con presente. Hemos pasado de elucubrar a primeros de año con tener la mejor selección española de la historia, llena de jugadores potentes, dinámicos y en su mejor momento (muchos de ellos Top-14 y Pro D2) a presentar ante Lelos, Robles y Lobos unas alineaciones demasiado llenas de ayer y muy trasnochadas en varias posiciones (sobre todo en Segunda y Tercera línea y en las alas). Es por ello que, sin duda como consecuencia directa de tantas bajas, ha habido ciertas decisiones tácticas muy cuestionables. ¿Alguien entiende que sea necesario alinear a tres pateadores, dos de ellos fuera de sus posiciones habituales, cuando solo patea -con fiabilidad, todo hay que decirlo- Manuel Ordás? ¿Acaso es tan imprescindible Güemes para que tenga que jugar (aunque sea) de centro, desplazando con ello a Gimeno al 13 y a Perrin al ala, donde actualmente es completamente ineficaz? Y ya que hablamos de las alas, a pesar de las bajas, ¿qué sentido tiene rescatar a Linklater de su retiro internacional para hacerlo jugar en un puesto que no es el suyo y en el que lo que se requiere (velocidad, aceleración y chispa) es precisamente de lo que Brad hoy por hoy adolece? Contando con que se da por hecho que Jordi Jorba no está todavía en forma y que Santos no cuenta con un tryman como Hugo Alonso (Chambery), ¿no habría sido más lógico situar en los costados a jugadores mucho más veloces y más explosivos, como Richard Stewart o Alejandro Alonso?
2.- PREVISIBLES E INOFENSIVOS EN ATAQUE
Seguimos siendo muy previsibles en ataque. La “trampa” del maul español ya se la saben todos. Y, por ende, es mucho menos efectiva. Ante esto, ¿cuáles han sido las alternativas? Esperar alguna genialidad de Rouet, Ordás, Gimeno o de un venido a menos Charly Malié. Demasiado poco para lo que tenemos delante. El juego combinativo no ha estado pese a que sí se le esperaba. Y es que tener en el mismo XV a Güemes y Linklater junto a los cuatro anteriormente citados daba para pensar que algo bueno podía pasar por ahí. Pero no. La realidad es que ha habido una alarmante falta de dinamismo y de velocidad en ataque y, salvo en contadas ocasiones, nuestro back-three (hasta la fecha, el menos electrizante de la fase de clasificación europea) apenas ha tenido alguna mínima opción de culminar alguna opción ofensiva..
3.- EL SUICIDIO COLECTIVO Y LAS INDISCIPLINAS
Si en el aspecto ofensivo hemos estado planos, en la parte de atrás no han ido mucho mejor las cosas. ¿Qué fue del tiempo en el que los Leones se defendían en su 22 como gato panza arriba hasta recuperar el balón, provocar el fallo del rival o, en el peor de los casos, vender muy caro el ensayo? En estos tres partidos casi cada entrada en nuestra línea defensiva se ha saldado con puntos e incluso, en el de Lisboa, con ensayo bajo palos incluido. Y eso, si se quiere disputar un Mundial, es inasumible salvo que en ataque seas los All Blacks. Algo que lamentablemente no es el caso…
Si a esta insólita y sobrevenida fragilidad defensiva le añadimos las continuas indisciplinas de los nuestros, el cocktail que sale es demoledor: España ha estado en inferioridad numérica durante treinta y treinta y cinco minutos, respectivamente, de los segundos tiempos de los partidos disputados en Rumanía y Portugal. Además, muchos de esos minutos decisivos los pasó con solo trece e incluso con únicamente doce jugadores en cancha. Esto es darle demasiada ventaja a los contrarios…
4.- MENTALIDAD Y FALTA DE LIDERAZGO
Uno de los aspectos que más influyeron en la buena trayectoria en la anterior fase de clasificación fue el de la ilusión, el de las ganas por conseguir algo que hacía veinte años que no se lograba. Una bandera que se encargó de enarbolar Jaime Nava, un capitán carismático que ejercía a tiempo completo de líder y de número ocho a tiempo parcial. Fernando López es un buen jugador. Especialmente en el juego abierto. Pero ni es capitán ni mucho menos líder. Al jefe lo nombran. Puede ser cualquiera. El líder, en cambio, surge, se hace. Y esta España carece del liderazgo y de esa determinación casi transgresora de aquella España de Nava, Bélie o Auzqui que sabía que podía (y quería) reducir a cenizas los cimientos del rugby europeo en 2017 y 2018. Esa mentalidad, que fue la que permitió creernos que ganar en Rusia y a la casi invencible Rumanía no era imposible, es la que se ha echado tanto de menos ante lusos y rumanos. Hace falta que Santos encuentre a los líderes de 2021, los que inspiren el vestuario, hagan mejores a los demás, no permitan tantas (y tan evitables) indisciplinas y, sobre todo, aquellos que nos hagan querer creer que podemos y vamos a remontar esto…
NI TAN BUENOS NI TAN MALOS
Lo cierto es que no estamos ni en la tercera parte del camino hacia Francia 2023. La situación es tan complicada como reversible. En los mentideros de twitter, auténtico termómetro del sentir rugbier, división de opiniones. Como no podía ser de otra manera, los hay que piden confianza en Santos y los hay que piden su cabeza. E incluso hay un minoritario pero importante sector de aficionados que, además de pedir el cese del seleccionador abogan por una “regresión” a los tiempos de Bevin y que se instaure, de nuevo, “la pureza de sangre”. De producirse este más que improbable cambio de técnico y de rumbo, además de injusto sería completamente estúpido. El olvidarnos de lo que tenemos al otro lado de los Pirineos significaría, a lo sumo, salvar la categoría y olvidarnos del Mundial, como mínimo, hasta 2031. Cualquier selección nacional, por definición, la deben integrar los mejores jugadores que sean seleccionables. Jueguen y/o hayan nacido en Francia, Sevilla o Chiquitistán. España no es Nueva Zelanda, a la que le sobran jugadores. La propia Portugal, que ha perfilado un estilo propio manteniendo su esencia, no solo no renuncia a su “conexión francesa” sino que los francolusos han sido fundamentales en su salto de calidad.
De hecho, el problema no está en lo buenos que son Portugal, Rusia o Rumanía. Ni en que “no hay forma de ganarle a Georgia”. Ni nos debe valer para nada agarrarnos a teorías conspiranoicas o aquello de que la pérfida Rugby Europe está contra nosotros y el TMO es un aliado de Lucifer. No, no… El problema está en nosotros. En la agresión absurda de Quercy, en los cortocircuitos que tenemos en las segundas partes que nos acaban costando los partidos o en las pocas alternativas ofensivas que tenemos para dominar el juego. Aún queda camino para echarnos a andar, para corregir cosas, limar ciertos aspectos y ganar primero en confianza para después ganar los partidos. Y estoy seguro de que a Malié, Rouet, Pinto o Perrin no se les puede haber olvidado cómo se juega al rugby… Ni antes éramos tan buenos ni ahora somos tan malos. Y primero ante rusos y después ante belgas o neerlandeses lo vamos a demostrar. Saldremos de esta…